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Casa del Arroyo del Moro de Villanueva de Ávila

Los Barrios son una forma de poblamiento basada en el establecimiento de pequeños núcleos de origen familiar que, a juzgar por las inscripciones fundacionales grabadas en las puertas de algunas casas, pudieron tener su origen entre finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, llegando su ocupación hasta las últimas décadas del siglo XX.

Se trata de un grupo de 19 asentamientos dispersos que se extienden desde el cauce del río Alberche, al norte, hasta la Sierra del Cabezo en las estribaciones de la Sierra de Gredos, al sur, limitando con Navarrevisca al oeste y Burgohondo al este.

El elevado número de núcleos independientes que configuran este conjunto, la organización administrativa propia y separada del vínculo institucional del que dependían y su conservación hasta nuestros días, son tres de las principales características que convierten a este conjunto de los Barrios en un conjunto etnológico de excepcional interés.

El conjunto de barrios pertenecientes al término municipal de Villanueva de Ávila, y parcialmente a Navarrevisca y Burgohondo, que conforman este conjunto etnológico, son los siguientes:

1. Los Andrinos.

2. Los Aquilones, Arquitones, Alquitones o Aquitones.

3. Arroyo Moro o Arroyo del Moro.

4. Los Arroyuelos.

5. Baulejo o Bautejo.

6. La Cañada o la Caña.

7. Cercedilla o Cerdeilla (afecta parcialmente a Navarrevisca).

8. Las Erillas.

9. Los Hermanos.

10.  El Horcajo.

11.  Hornillejo de Acá.

12.  Hornillejo de Allá.

13.  Las Hoyuelas.

14.  El Lomo de Acá.

15.  El Lomo de Allá.

16.  Navahondilla o Navajondilla (afecta parcialmente a Navarrevisca).

17.  El Roblellano.

18.  Las Tórdigas (afecta parcialmente al término de Burgohondo).

19.  Los Veneros.

El término municipal que engloba este conjunto se extiende desde los 840-850 metros de altura en el cauce del río Alberche hasta los 1572 máximos que marca el puerto de Mijares, por lo que el conjunto presenta una fuerte variación en las características de la cubierta vegetal, desde bosques de ribera y paisaje granítico típico de las estribaciones de la Sierra de Gredos, hasta el monte bajo tapizado por piornos, jaras y plantas aromáticas, con robles y castaños de carácter singular y repoblaciones de pinos de mediados del siglo XX.

Dada la orografía del terreno, el parcelario es de escasas dimensiones, con pequeños terrenos cultivables dedicados a cereales, cebada y centeno, y huertas que aprovechan el agua de las inmediaciones. Estos prados se acotan con cercas de piedra, en las que abren bocines o portillos de madera para permitir el paso del agua. En casos concretos estas cercas se suplementan para conformar los típicos almiares.

Los barrios se localizan en zonas alomadas entre arroyos con el agua necesaria para el regadío y el general servicio de la población, todos ellos independientes pero comunicados entre sí por una red de caminos –que en algunos casos conservan su rudimentaria pavimentación– con pequeños bancales y aterrazamientos para permitir pastos y cultivos, y con cerramientos de mampostería de piedra delimitando sus propiedades.

El aprovechamiento hídrico de los irregulares cauces de agua fue una prioridad para su subsistencia, por ello, cada barrio contaba con sus propias fuentes, represas y canalizaciones de agua. Son numerosas las regueras naturales o artificiales que corren paralelas a los caminos o lindes de fincas con las correspondientes losas a trechos regulares para permitir el paso.

Otros de los elementos singulares y comunes a todos los barrios son las eras de uso particular o comunitarias, que aprovechan grandes lanchas de granito que se delimitan con cercas bajas de piedra, marcando la zona en la que se trillarán cereales y legumbres.

El aislamiento de la zona y su economía de autosubsistencia, caracterizan las duras condiciones de vida originarias de estas poblaciones y la lucha por mejorar en un esfuerzo común, que han marcado el carácter de colectividad del pueblo de Villanueva.

Cada barrio está formado por una serie de construcciones domésticas, viviendas y construcciones auxiliares, graneros, guangos, lagares, pajeras, gallineros y establos para el ganado, que constituían el asiento de un grupo de familias dedicadas a la explotación del medio, con una economía agro-ganadera y una organización económica y de vida autónoma e independiente. Algunos de estos edificios son de uso común como pueden ser el horno, la herrería, las eras, la escuela o la taberna. Tradicionalmente la pesca y el aprovechamiento ganadero, formaron parte de la dieta de estas poblaciones lo que ha tenido su reflejo en la configuración de estos asentamientos.

También el cultivo de viñedos constituye una fuente de creciente riqueza. En la actualidad se han recuperado la totalidad de los que se habían abandonado y se han llevado a cabo experiencias para recuperar los modos tradicionales de explotación de las viñas como labrar con burros para obtener una oxigenación más controlada de los terrenos. Gran parte de la vida de los barrios giraba en torno a la cultura del vino, en muchas casas había bodegas, y las artesanías del mimbre estaban relacionadas con esta actividad con la realización de cestos y albardas destinadas a la recolección y transporte de la uva.

La construcción de los barrios se caracteriza por el uso de muros de piedras en seco, sin ningún tipo de argamasa. Es común el uso de materiales ligados al territorio, granito labrado en sillares, en mampuesto o en lajas, madera, helechos y barro. En algunos casos encontramos grandes moles de piedra granítica aprovechadas para la construcción, constituyendo la propia piedra el techo o una pared.

La vivienda es de planta rectangular, a la que se adosan las edificaciones auxiliares, aunque en ocasiones adaptándose al desnivel del terreno encontramos una planta baja para los animales y una segunda planta de mayor longitud, destinada a vivienda. La estructura es de muros de carga perimetrales de piedra de granito colocada sin argamasa; los muros son de mampostería, con piedras de mayor tamaño en los barrios situados a menor altitud y con piedras menores, en ocasiones casi lajas, en los de mayor altitud. Exceptuando la puerta y algún que otro ventanuco, no existen apenas huecos. Todavía se pueden observar entre los mampuestos de los muros de fachada pequeños palos tallados en punta, que se utilizaban para colgar útiles o como tendederos de ropa.

La estructura de cubierta es de par e hilera, formada con rollos de madera separados 40-50 centímetros, sobre los que se colocaban ramas de fresno, retama o helecho, que actúan como aislante, todo ello cubierto con teja cerámica curva árabe. Sobre la puerta de entrada, un alero protege la entrada.

Las puertas de entrada son de madera, en ocasiones divididas en 2 partes, con una gatera en la inferior. En ocasiones presentan batipuerta, es decir una doble puerta exterior a media altura para protegerse de la nieve. Son muy comunes los candados de madera con 2 peines de madera a modo de llaves.

En el interior generalmente existía una sala de entrada a la que se abrían las alcobas y la cocina. El solado de la planta baja es de barro o una laja de piedra sobre la que se ha construido la vivienda. Las alcobas pueden cubrirse con entablado de madera ensamblado a mano. La tabiquería es un entramado de madera y adobe con revestimiento de barro, en color blanco o azul y en ocasiones con un zócalo interior en la parte alta de la cocina.

En la cocina destaca el hogar con el tiro de la chimenea de madera hasta el techo de cubierta, que en el exterior presenta forma piramidal con mampostería y lajas de piedra sobresalientes cada 20 o 30 centímetros de altura. En algunos casos todavía se mantienen los ganchos utilizados para colgar los calderos que se ponían a la lumbre. Como fondo del hogar, una gran piedra plana vertical y en la parte alta a 30 centímetros del techo, una gran laja horizontal para impedir que el fuego afectase a la estructura de madera del techo.

En origen, los barrios eran agrupaciones de vecinos dependientes del municipio de Navatalgordo, propiedad, según documentación del siglo XVI, del Marqués de las Navas y posteriormente de la Abadía de Burgohondo, hasta que ya en el siglo XIX las tierras pasan a ser propiedad de los trabajadores que las habitan.

Hacia 1920, en un esfuerzo común para mejorar su calidad y condiciones de vida, los barrios se agrupan en un único pueblo en torno al barrio de los Arroyuelos. A partir de ese momento, se fundan las primeras escuelas, se construye un cementerio y la primera iglesia. Entre 1957 y 1974, se electrifica, se instala la primera centralita de comunicaciones y llega el agua corriente. En 1991, se reconoce Villanueva de Ávila como municipio y es entonces en la segunda mitad del siglo XX cuando comienza el despoblamiento progresivo de los barrios.

Los barrios estuvieron habitados hasta 1980-1990, pero se han mantenido casi intactos, por lo que constituyen un singular documento histórico como forma de asentamiento tradicional ligado al territorio. El conjunto se mantiene en bastante buen estado, sobre todo las construcciones en piedra y la red de caminos y regueras, pero también se conservan en algunos casos viviendas con enseres domésticos que han sobrevivido al paso del tiempo y que permiten una fácil lectura e interpretación de un modo de vida tradicional ya perdido.

Los Barrios se configuran como un paraje o territorio transformado por la acción de sus habitantes a lo largo del tiempo, con su conjunto de inmuebles y sus instalaciones complementarias, sistemas de regadío, red de caminos y construcciones en piedra seca, vinculadas a formas de vida tradicional, que constituyen un conjunto etnológico de interés excepcional, por cuanto supone la manifestación del modo de vida de una comunidad fuertemente ligado al territorio, que ha llegado a nuestros días prácticamente íntegro ligado a las formas tradicionales de explotación del medio y una cultura agropastoril, a la que se asocia un repertorio de oficios tradicionales relacionados con la construcción y la vida en los barrios, que constituyen un singular documento histórico sobre un modo de vida y de relación del hombre y el territorio, que ha perdurado hasta la actualidad.

Apuntes sobre este patrimonio etnológico

Los Barrios son pequeñas agrupaciones de viviendas, graneros, guangos, lagares, pajeras, gallineros y establos para el ganado, construidas siempre en piedra seca, que constituían el asiento de un grupo de personas, integrado por una o varias familias, dedicados al cultivo de las propiedades próximas y al pastoreo, mediante una organización económica y de vida en gran medida autónoma, cuando no independiente. Algunos de estos edificios son de uso común como pueden ser el horno, la herrería, las eras, la escuela e, incluso, la taberna. Se trata de una sencilla organización humana que se organiza en torno a varios domicilios los lugares de trabajo, el ganado, huertos, prados de pasto, todo perfectamente estructurado y delimitado con paredes de piedra, y con una original red de regadío que alcanza los rincones más recónditos. La cercanía a la tierra y a los animales domésticos les proporcionaba lo necesario para sobrevivir, animados por el arraigo familiar y la limitada socialización con los escasos vecinos. El objetivo último de estas pequeñas poblaciones no era otro que llevar a cabo una agricultura y ganadería meramente de subsistencia, que se completaba con algún pequeño trueque o venta entre conocidos.

Tres notas hacen singular a estas pequeñas poblaciones; la cantidad, pues se cuentan más de dieciocho núcleos dotados de cierta independencia, la organización administrativa propia y separada del vínculo institucional del que dependían, y su conservación hasta nuestros días, siendo todavía utilizadas algunas construcciones para los usos de antaño. Pueden añadirse otros datos característicos como son el aislamiento, debido a su situación geográfica, y el empobrecimiento histórico que sufrieron por ello. El paraje montañoso y la divisoria que marcaba el Río Alberche, mantuvo a estas pequeñas aldeas en un retiro obligado hasta mediados del siglo XX. Dichas circunstancias trajeron el tardío desarrollo de esta zona hasta conformar el actual pueblo de Villanueva de Ávila, antiguo barrio de los Arroyuelos al que llegaron la electricidad y el agua corriente en los años sesenta del pasado siglo. La especial unión a la tierra, entendido como medio de sostenimiento, y la autonomía, tanto física como administrativa, configuran la esencia de los barrios.

Las edificaciones, el entorno y la singular sociedad creada en este apartado rincón de nuestra Comunidad merecen la oportunidad de ser

conocidas y recordadas como el origen de lo que hoy son muchos pueblos del centro de España. Por todo lo anterior, es claro  que constituye una original manifestación de forma de vida y de relación del hombre con el medio, que ha perdurado hasta la actualidad y cuya conservación se hace posible y necesaria como Patrimonio Etnológiico.

El origen de la población y asentamientos en el área de la actual Villanueva de Ávila es el mismo, como no podía ser de otra manera, que el de toda la comarca y más concretamente que el de Navatalgordo, pues ha formado parte de él hasta su segregación y constitución en municipio independiente en el año 1991. No pretendemos hacer, por tanto, consideraciones ni investigación alguna sobre ello, pues ha sido ampliamente tratado en numerosísimos estudios y trabajos y todos vienen a coincidir en lo esencial (a principios del Siglo XII al erigirse la Abadía, alcanzando carta de naturaleza en 1275 con la creación del Concejo de Burgohondo, que comprende Navatalgordo -Villanueva de Ávila hasta su constitución en municipio, ha formado parte de su ayuntamiento- y otras siete navas   más), sino sobre el origen de la población en esta zona concreta y su forma de vida y relación con el medio, transformándolo y adaptándolo en función de sus necesidades, lo que ha hecho de ella un área etnográfica diferenciada de todo su entorno y que , en estado de casi perfecta conservación, ha llegado hasta nosotros.

 

Focalizando la cuestión en el origen del asentamiento de la población en el área que conforma el actual término municipal de Villanueva de Ávila    hemos    de decir que, evidentemente también de igual forma que al resto de la comarca e, incluso, que el resto de España, está relacionado con el régimen jurídico de la tierra y este régimen jurídico fue el propiamente medieval, a través de señoríos, censos e instituciones semejantes hasta y su evolución posterior hasta su abolición definida en el siglo XIX. Así, la propiedad pertenecía la nobleza   y el dominio útil y su explotación a las cultivadores directo que es lo que constituye, grosso modo, un censo enfitéutico; y en base a ello, podemos concluir que la concreta área a que nos referimos, montañosa, fría y poco fértil, debió de dedicarse a la ganadería y permanecer durante siglos habitada solo temporalmente y de forma transitoria por las personas encargadas del pastoreo de ganado en las épocas menos frías del año, asentándose la p oblación en la otra parte del río Alberche, más cálida y fértil y apta para el cultivo. Por tanto, no existió población en la zona de modo permanente hasta que, ya en el siglo XIX, con la extinción de los censos y otras figuras propiamente medievales, los habitantes accedieron a la propiedad y ya sí fijaron su residencia permanente en el territorio, surgiendo así los núcleos de población que conforman el actual área etnológica

 

Así, al menos desde 1527 hasta su redención en fecha no determinada, el régimen jurídico de la tierra en del área al que nos referimos fue el propio del censo enfitéutico, en virtud del cual la propiedad (dominio directo) de la tierra pertenecía al Marqués de las Navas y el dominio útil a los pobladores ocasionales dedicados al pastoreo y a una mínima agricultura. Hay una inscripción de un censo enfitéutico en el Registro de la Propiedad en el año 1912, que nos remite y con detalle a este mismo censo, constituido en el año 1527, que incluye a toda la comarca y comprende todos cada uno de los pueblos, que transcribimos a continuación.

 

En efecto, la inscripción 1º, finca 400, de la sección correspondiente a Villanueva de Ávila del Registro de la Propiedad dice:

 

“Censo enfitéutico de veintinueve mil cuarenta y nueve pesetas cincuenta céntimos de capital y de mil ciento sesenta y seis pesetas de rédito anual, al plazo de veintiséis de septiembre de cada año, que los pueblos de Burgohondo, Hoyocasero, Navalacruz, Navatalgord, Navarredondilla, Navalosa, Navaquesera, Navarrevisca y Navaluenga, los ocho primeros pertenecientes al partido judicial de Ávila y el último al de Cebreros, todos los cuales forman el Concejo de la Abadía de Burgohondo, constituyeron por escritura de ocho de abril del año mil quinientos veintisiete, otorgada ante Fernán Blázquez de la Plata, a favor del señor don Pedro Dávila, Señor de Villafranca y de las Navas y Montefrío…”

 

En definitiva, todas las tierras pertenecían al indicado noble Pedro Dávila, que se reservó la propiedad directa pero la propiedad útil pertenecía a los habitantes instalados en la tierra que cultivaban, a cambio de una renta, que en origen fue de 29049 pesetas cincuenta céntimos (hemos de suponer que en su equivalente en moneda de la época, pues la peseta está referida al momento de la inscripción -año 1912-). El censo originario, que abarcaba la totalidad de las navas, con el tiempo fue circunscribiéndose al territorio de cada pueblo y dentro de cada uno, explotándose seguramente por zonas, ocupando primero las extensiones más fértiles y con mejores pastos. En el caso de Las Umbrías de Navatalgordo (posteriormente Villanueva de Ávila), su lejanía del pueblo, su carácter montañoso, su clima frío y su escaso valor agrícola, probablemente ocasionaran que la población asentada en ellas fuese de las últimas en llegar (según el árbol genealógico, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX) y la primera que ya no regresaba al municipio cada día, por lo que poco a poco fue perdiendo su vinculación con él -conformando así cada vez mayores centros de viviendas y corrales y ganando terreno cultivable a la montaña- (primero como cultivadores de la tierra como censatarios y posteriormente ya como propietarios por la redención y pago del censo en algún momento del siglo XIX) hasta llegar a tener tanta población como el propio ayuntamiento del que dependía y formar el núcleo primero origen de Villanueva de Ávila, manteniendo a la vez y hasta hace pocos años la vida y la actividad en cada uno de los asentamientos o Barrio.

Desconocemos la fecha exacta y la forma en que finalizó el censo enfitéutico que permitió el acceso a la propiedad y el asentamiento definitivo de la población en esta zona, pero hemos de decir que la extinción general de las instituciones medievales en toda España    se llevó a cabo      por las  Cortes de Cádiz, mediante Decreto de 6 de agosto de1811, ratificado posteriormente por la Ley de 26 de agosto de 1837, en otro periodo liberal, que dispuso la definitiva disolución del régimen señorial en España y, en el caso que nos ocupa, si es que no había finalizado ya, del censo enfitéutico del que venimos hablando y en consecuencia, del acceso a la propiedad de los cultivadores de la tierra de la zona. Por tanto, estamos hablando de la primera mitad del siglo XIX, fechas coincidentes con los datos del Registro Civil, del Registro de la Propiedad y de los registros parroquiales de nacimientos y defunciones.

 

Todo ello explica, además, que la estructura de propiedad de las tierras de esta zona esté constituida por y basada en minifundios, transmitidos y divididos por herencia como propiedad, una vez extinguido el censo enfitéutico, partiendo de no muchas familias, hasta nuestros días. Y explica también la existencia de fincas comunes (La Sierra), en régimen de comunidad de la que muchas familias son copropietarias. Y es el motivo, también, de que cada uno de Los Barrios esté conformado por pocas familias, y todos descendientes de en antepasado común que probablemente consiguió la propiedad de la tierra que él y sus ascendientes, llevaban tiempo cultivando y pastoreando, cuando se extinguió el censo.

Por tanto, a modo de  síntesis y conclusión, fácil es deducir que la inscripción acredita que el asentamiento de de la población en la zona se hizo de esta forma y así fue al menos hasta la primera mitad del siglo XIX. Consideramos esta circunstancia fundamental, pues determina la adquisición futura de la propiedad de la tierra y, como decíamos, unido al escaso valor agrícola del terreno y su alejamiento de Navatalgordo, explica la conformación de Los Barrios y su conservación actual. En algún momento de este periodo, la población asentada en esta zona para el cultivo de la tierra –es de destacar, insistimos, que es la más montañosa y la menos productiva, por lo que hay que colegir que los primero asentamientos lo fueron de gente dedicada al cuidado del ganado - fue, en los pocos espacios aptos, cultivando también parte de la tierra, primero, como censatarios y después como propietarios. Hay documentado un árbol genealógico que indica que la población actual procede de pocas familias, venidas en su mayoría del este de Ávila, que se asentaron la zona en el siglo XVIII, cuyos descendencia llega hasta hoy y que conformaron los actuales barrios, asentándose en los puntos concretos, seguramente los más aptos para ello y los más cercanos a sus cultivos y pastos para sus ganados. Son estos puntos concretos, por esa proximidad a los cultivos y a los pastos, los que constituyen los actuales Barrios que, muy lejanos en términos de la época (la distancia de unos 18 kilómetros no era para recorrerla a diario) fueron adquiriendo a una vida económica y organizativa casi autónoma e independiente de Navatalgordo. Y estos parajes, transformados por la acción de sus habitantes a lo largo del tiempo, así como el conjunto de sus inmuebles, generalmente agrupados pero también dispersos y sus instalaciones complementarias –sistemas de regadío, construcciones en piedra seca- y vinculadas a la forma de vida tradicional de sus habitantes a lo largo de los años que llamamos Barrios, no son un fenómeno exclusivo de Villanueva de Ávila, pero sí lo es el hecho de que en número tan elevado y en tan buen estado de conservación hayan llegado hasta nosotros, por lo que entendemos que constituyen un riqueza etnográfica merecedora de reconocimiento y protección

 

Como hemos dicho en apartados anteriores, estos parajes o territorios, transformados por la acción de sus habitantes a lo largo del tiempo, así como el conjunto de sus inmuebles, generalmente agrupados pero también dispersos, y sus instalaciones complementarias vinculadas a la forma de vida tradicional de sus habitantes a lo largo de los años, que llamamos Barrios, no son un fenómeno exclusivo de Villanueva de Ávila, pero sí lo es el hecho de que en número tan elevado y en tan buen estado de conservación hayan llegado hasta nosotros. Por esto entendemos que constituyen una riqueza etnográfica merecedora de reconocimiento y protección como patrimonio por parte de la Junta de Castilla y León, en alguna de las formas previstas en la normativa que lo regula. La incomunicación a la que se vio sometida esta umbría, incluso en la segunda mitad del SXX, hizo que su forma de organización, vida, sociedad y costumbres, se extendieran hasta el SXXI. Poco a poco los oriundos fueron abandonando estos poblados para instalarse en Villanueva de Ávila, aunque continúan utilizando algunas de las instalaciones como se hacía antiguamente. Aún permanecen en pie numerosas construcciones, algunas incluso utilizables y operativas, pero con enorme riesgo de desaparecer al amparo del tiempo y el abandono.

 

Todas las edificaciones de los barrios están construidas mediante la técnica de piedra seca. Este sistema, utilizado desde la prehistoria, en que el hombre se hizo sedentario, consiste en la colocación de este material sin ningún tipo de argamasa que una los elementos ni cubra el espacio dejado entre ellos. En ocasiones se recurre a pequeños pedruscos, con formas irregulares,    para    recomponer    ciertos

encajes. Las paredes son anchas y constituyen el sistema de sujeción de la techumbre. Las puertas y ventanas son de tamaño reducido; quizá ajustadas a la medida del hombre de la época, pero sobre todo por su ventaja frente al frío y los animales. Se utiliza el dintel; granito rectangular de una pieza, labrada al efecto y con un lado mas estrecho, que se apoyaba en el muro dejando el hueco debajo. Cuantiosas eran las construcciones, variando según su función: viviendas, establos, pajeras, guangos, lagares, gallineros, hornos y cobertizos. Era importante, por tanto, el trabajo de este material a la hora de conformar cuadriláteros, más o menos perfectos, para levantar las paredes. Esta tarea se hacía, hasta bien entrado el siglo xx y por los escasos canteros, de forma rudimentaria y con   instrumentos básicos tales como cuñas, martillos, porras, garruchas o poleas de una sencillez meritoria.

Por Resolución de 18 de marzo de 2024, la Junta de Castilla y León ha iniciado  la declaración de Los Barrios de Villanueva como Bien de Interés Cultural (B.I.C.), categoría de Conjunto Etnológico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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